La marea está cambiando a favor del cáñamo en los más altos niveles de la gobernanza mundial, afirman Lorenza Romanese, Directora Ejecutiva, y Francesco Mirizzi, Asesor Principal de Políticas, de la Asociación Europea del Cáñamo Industrial (EIHA).
La mayoría de las cuestiones legales relacionadas con el cáñamo comenzaron en las Naciones Unidas con la Convención Única sobre Estupefacientes, 1961. Esta convención punitiva sobre drogas siguió el ejemplo de Estados Unidos, que había socavado la industria del cáñamo en la década de 1930 mediante la prohibición y el aumento de los impuestos a través de la Ley de Impuestos sobre la Marihuana de 1937.
Otros países se vieron obligados a seguir el ejemplo y el cultivo de cáñamo en todo el mundo se redujo drásticamente, pasando de más de 300.000 toneladas en 1961 a unas 75.000 a principios de los años noventa.
La luz al final del túnel
En los últimos años, muchos activistas del cáñamo y organizaciones de todo el mundo, incluida la EIHA, han presionado para que se rehabilite la planta.
Estos esfuerzos lograron el reconocimiento público con la publicación el pasado noviembre del documento de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) «Commodities at a glance: Special issue on industrial hemp» (en inglés aquí).
A esta publicación siguió el acto celebrado la semana pasada en el Palacio de las Naciones de Ginebra (Suiza). Probablemente sea la primera vez que se habla positivamente de la planta de cannabis en un edificio de la ONU, ¡y con el apoyo de un organismo de la ONU!
Lorenza Romanese de EIHA y Kenzi Riboulet-Zemouli
Los niveles más altos
EIHA cree ahora que el cáñamo está siendo finalmente reconocido en los más altos niveles de la gobernanza mundial como un cultivo clave en la transición hacia una economía nueva y más verde, adecuada para las personas y el planeta.
El hecho de que estas iniciativas de la ONU hayan sido lanzadas por la UNCTAD es en sí mismo un reconocimiento del potencial del cáñamo como catalizador del crecimiento económico y el desarrollo. Hasta ahora, en los salones sagrados de la ONU sólo se había hablado del cáñamo en relación con los estupefacientes y la prohibición.
La EIHA también infunde su enfoque de «planta entera», descrito en su Manifiesto del Cáñamo. Esta visión holística ha sido adoptada y utilizada como fuente de información por la UNCTAD, en contraste con algunos puntos de vista que desglosan el cáñamo molécula por molécula.
Esta completa publicación presenta numerosos argumentos para que el cáñamo desempeñe un papel crucial en una sociedad nueva, más ecológica y sostenible. También demuestra el potencial del cáñamo para empoderar a las comunidades rurales de todo el mundo, y en particular de los países en desarrollo, que pueden reactivar las economías locales y servir a una amplia gama de mercados de consumo.
Cáñamo: una planta resistente
Para EIHA, el cáñamo es el cultivo complementario perfecto de las legumbres y los cereales. Las comunidades pueden confiar en ella para producir alimentos seguros y nutritivos, ropa, viviendas y una amplia gama de otros productos. Las sinergias con otros sectores son esenciales y fáciles de desplegar.
El cáñamo es también una opción viable de diversificación de materias primas y ecologización para los grandes operadores internacionales.
El Manifiesto del Cáñamo de la EIHA propone una vía global para que el cáñamo alcance todo su potencial y ofrece múltiples beneficios económicos, sociales y medioambientales. Por ejemplo, la UNCTAD calcula que el mercado mundial podría alcanzar los 18.600 millones de dólares en 2027, casi cuatro veces más que en 2020.
EIHA, que contribuyó a la publicación del documento de la UNCTAD sobre el cáñamo y a su presentación en el acto celebrado la semana pasada en Ginebra, espera ahora lograr un debate transparente en el marco de la ONU y poner las cosas en su sitio para corregir los errores cometidos en el pasado, cuando la normativa internacional sobre el cáñamo se guió por intereses creados y no por la ciencia y los hechos.
Imagen principal: Equipo EIHA de la ONU: de izquierda a derecha: Monica Solano, Lorenza Romanese, Francesco Mirizzi y Mark Reinders.
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