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Suelo vivo y Cannabis: la ciencia detrás del cultivo sostenible

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Bajo la superficie de una planta sana hay un ecosistema repleto de microbios, hongos e insectos que la alimentan, la protegen y se comunican con sus raíces.

Durante décadas, el cultivo de cannabis se ha definido por el control: nutrientes precisos, sustratos estériles y sistemas automatizados. Pero un número cada vez mayor de cultivadores cree ahora que el secreto de un Cannabis de calidad óptima, tanto ambiental como sensorialmente, reside en soltar parte de ese control y dejar que la vida haga su trabajo.

¿Qué es la tierra viva

?
Un suelo vivo no es sólo suelo. Es una compleja red de bacterias, hongos, protozoos, nematodos, artrópodos y materia orgánica, todos trabajando juntos para reciclar nutrientes y mantener la vida de las plantas. Los científicos llaman a esto la red trófica del suelo, un sistema dinámico y autorregulado que permite que los nutrientes circulen según ciclos naturales.

Tierra viva para el cannabis

Tierra viva para el cannabis

Según los ecologistas del suelo, una cucharadita de tierra sana contiene más organismos vivos que seres humanos en la Tierra. En esta metrópolis subterránea, los microbios intercambian nutrientes con las raíces de las plantas a cambio de azúcares producidos por la fotosíntesis. Las raíces liberan compuestos de carbono llamados «exudados», que alimentan a los microbios, que a su vez descomponen los minerales y la materia orgánica en formas que la planta pueda absorber.

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Para los cultivadores de cannabis, este proceso puede dar lugar a plantas más resistentes, respuestas inmunitarias más fuertes y perfiles de terpenos y cannabinoides más complejos. A diferencia de los sistemas hidropónicos estériles, donde los nutrientes se dosifican artificialmente, un ecosistema de suelo vivo proporciona a la planta lo que necesita, cuando lo necesita.

De la tradición a la innovación

La idea no es nueva. Los cultivadores tradicionales de cannabis de regiones como las montañas del Rif en Marruecos, el Hindu Kush en Afganistán o el Triángulo Esmeralda en el norte de California siempre han confiado en la fertilidad de sus suelos naturales. Estas regiones, con sus distintos terroirs, han producido variedades legendarias precisamente por la simbiosis entre la planta, el clima y el suelo.

Lo nuevo es la comprensión científica y la reconstrucción deliberada de estos ecosistemas en los sistemas de cultivo modernos. El movimiento de los suelos vivos (living soils en la lengua de Shakespeare) se inspira en la agricultura regenerativa, una filosofía que da prioridad a la salud del suelo, la retención de carbono y la biodiversidad.

Los agricultores construyen su suelo desde cero, intercalando compost, excrementos de lombriz, algas, polvo de roca y enmiendas naturales. Evitan los fertilizantes sintéticos, que pueden alterar la vida microbiana, y prefieren «alimentar el suelo, no la planta».

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Con el tiempo, el suelo se vuelve autosuficiente, capaz de ser reutilizado a lo largo de varios ciclos y de ofrecer una alternativa sostenible al modelo extractivo de medios de un solo uso y nutrientes embotellados.

La red microbiana bajo las raíces

El corazón del cultivo vivo del suelo se encuentra en la rhizosfera, la zona microscópica que rodea las raíces de las plantas. Es una frontera viva donde miles de especies microbianas interactúan, compiten y colaboran.

  • Los hongos micorrícicos extienden la red radicular, aumentando el acceso de la planta al agua y al fósforo a la vez que intercambian carbono por nutrientes.
  • Las rizobacterias estimulan el crecimiento de las raíces y protegen frente a los patógenos.
  • Los hongos micorrícicos extienden la red de raíces y aumentan el acceso de la planta al agua y al fósforo, al tiempo que intercambian carbono y nutrientes
  • Nematodos y protozoos se alimentan de bacterias, liberando nitrógeno en una forma asimilable para las plantas.
  • Artrópodos y gusanos airean el suelo, mejorando su estructura y drenaje.
  • Los artrópodos y los gusanos se alimentan de bacterias y liberan nitrógeno que puede ser asimilado por las plantas

Los estudios han demostrado que esta sinfonía biológica no sólo afecta a la salud de las plantas, sino que también influye en la expresión de metabolitos secundarios, incluidos terpenos y cannabinoides. En otras palabras, los microbios no sólo contribuyen al crecimiento del Cannabis, sino que también ayudan a definir su carácter.

Un estudio publicado en 2021 en Frontiers in Microbiology sugiere que manipular el microbioma del suelo podría mejorar tanto los rendimientos como la composición de cannabinoides. Otras investigaciones relacionan la diversidad microbiana con una mayor complejidad de terpenos, lo que podría explicar por qué muchos entendidos consideran que el Cannabis cultivado en suelo vivo tiene sabores más profundos y complejos.

Una diferencia sensorial que se puede sentir

Entra en un cuarto de secado de Cannabis cultivado en tierra viva y notarás inmediatamente la diferencia. El olor es más vivo: terroso, floral, especiado, a veces casi fermentado. Los cultivadores suelen describir la expresión de los terpenos como «más fuerte» y «más redonda», con una nariz más duradera.

Como los sistemas de tierra viva fomentan un crecimiento más lento y equilibrado, tienden a producir flores con glándulas de resina más densas y perfiles de terpenos más ricos. «Cuando dejas que la naturaleza guíe el proceso», explica un cultivador californiano a GreenState, «no fuerzas a la planta, trabajas en colaboración con ella. Puedes saborear la diferencia en el porro»

Más allá del sabor, el cannabis cultivado en tierra viva suele tener niveles más altos de cannabinoides menores como CBG y CBC, que son precursores en las vías químicas de la planta. Esta expresión de espectro completo es cada vez más popular entre los consumidores médicos y no médicos que buscan complejidad en lugar de sólo potencia.

Impactos medioambientales y económicos

El argumento medioambiental a favor del suelo vivo es convincente. El cultivo de Cannabis en interior, que domina el mercado legal, es notoriamente intensivo en recursos. Un estudio realizado en 2021 por la Universidad Estatal de Colorado descubrió que la producción de un solo kilogramo de flores secas de Cannabis podría emitir entre 2.283 y 5.184 kg de CO₂ equivalente, el equivalente a cruzar Estados Unidos en coche once veces.

En cambio, los sistemas de tierra viva, sobre todo en invernaderos o al aire libre, pueden reducir considerablemente el consumo de energía y los residuos. Como la tierra se reutiliza y se enriquece continuamente, no es necesario utilizar macetas de plástico, sustratos desechables ni grandes cantidades de nutrientes embotellados. La retención de agua mejora de forma natural, lo que reduce las necesidades de riego hasta en un 40%.

En términos económicos, los beneficios se acumulan con el tiempo. Tras la inversión inicial en la formación del suelo, los costes de mantenimiento disminuyen, los rendimientos se estabilizan y la calidad de las plantas mejora. Para los pequeños cultivadores, este enfoque ofrece una vía de diferenciación en un mercado saturado y dominado por las flores uniformes cultivadas en laboratorio.

A medida que el mercado europeo del cannabis comienza a abrirse, sobre todo en países como Alemania, los Países Bajos y Suiza, el cultivo en suelo vivo podría convertirse en una característica distintiva del Cannabis europeo sostenible, atrayendo tanto a los consumidores concienciados con el medio ambiente como a los reguladores.

Desafíos y conceptos erróneos

A pesar de sus promesas, el cultivo en suelo vivo no es un atajo. Requiere paciencia, observación y conocimientos de biología. Los cultivadores deben aprender a detectar signos de desequilibrio microbiano, vigilar cuidadosamente los niveles de humedad y controlar las plagas sin recurrir a intervenciones químicas.

Otro concepto erróneo es que «ecológico» significa automáticamente «seguro». Si los insumos están contaminados, los suelos vivos pueden acumular metales pesados o albergar hongos nocivos como el Aspergillus. La realización de pruebas, el abastecimiento de compost y la gestión microbiana adecuados son esenciales para garantizar la seguridad y el cumplimiento de la normativa, sobre todo en los mercados regulados.

La adopción en interiores plantea obstáculos adicionales. Mantener la diversidad microbiana en un entorno cerrado y de clima controlado requiere una gestión precisa de la humedad, la aireación y la materia orgánica. Sin embargo, muchos cultivadores han adaptado con éxito este método utilizando camas elevadas, capas de mantillo y enfoques «sin labranza», incluso en instalaciones de interior.

Más allá del cultivo: un cambio filosófico

Básicamente, el movimiento por un suelo vivo representa más que una técnica de cultivo: es un cambio de visión del mundo. Desafía la mentalidad industrial que ve la naturaleza como algo que hay que optimizar, y propone en su lugar una asociación basada en la ecología.

Para muchos cultivadores, trabajar en suelo vivo les permite volver a conectar con los ritmos naturales de la planta. «. »

Esta filosofía se extiende mucho más allá del Cannabis. A medida que los consumidores buscan cada vez más autenticidad, trazabilidad e integridad medioambiental, el Cannabis procedente de suelo vivo forma parte de movimientos más amplios en alimentación, vino y cosmética natural. Al igual que los enólogos celebran el terruño, los cultivadores de Cannabis están empezando a hablar de «firmas del suelo» y «huellas dactilares microbianas».

En Francia, donde el debate sobre la legalización del cannabis está evolucionando lentamente, este enfoque podría incluso ofrecer un modelo para la transición agrícola, tendiendo un puente entre la experiencia rural y una economía moderna y regulada del Cannabis.

El futuro: volver a la tierra

A medida que el cannabis legal se vaya globalizando, surgirá la tentación de industrializarlo, de reproducir la misma flor cultivada en laboratorio en todos los continentes. Pero algunas de las cualidades más profundas de la planta podrían perderse en el proceso.

La vuelta a la tierra viva nos recuerda que el cannabis, como cualquier otro cultivo, es ante todo un producto agrícola, un reflejo del ecosistema del que surge. Es una llamada a frenar, a mirar bajo la superficie y a reconocer que la verdadera innovación podría significar volver a aprender lo que nuestros antepasados ya sabían: que un suelo sano es la base de toda la vida.

Puede que el futuro del cannabis no esté en laboratorios estériles ni en salas de cultivo automatizadas, sino en el vibrante zumbido de la vida microbiana bajo nuestros pies. Si la planta es la estrella, el suelo es su orquesta silenciosa, una sinfonía invisible que hace posible todo lo demás.

Aurélien creó Newsweed en 2015. Especialmente interesado en las normativas internacionales y los diferentes mercados del cannabis, también posee un amplio conocimiento de la planta y sus usos.

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