El ascenso de Zohran Mamdani de Kampala a alcalde de Nueva York ilustra la emergencia de una nueva generación política que se niega a aceptar el statu quo.
Desde su elección a la Asamblea Estatal en 2020, donde representó a Astoria y Long Island City, Mamdani se ha consolidado como una de las voces más asertivas del movimiento progresista. Su trabajo ha destacado constantemente las preocupaciones de la clase trabajadora y las comunidades marginadas, desde el acceso a la vivienda hasta la equidad en el transporte y la reforma de la justicia penal.
Durante la campaña, también asumió la responsabilidad de su relación personal con el cannabis, afirmando haber comprado un poco en una tienda autorizada. Su voto a favor de la legalización del consumo para adultos no fue oportunista, sino la extensión lógica de una visión política en la que el cannabis es una herramienta de reparación, desarrollo económico y emancipación.
Una visión clara del cannabis en Nueva York
Aunque su programa detallado aún está por llegar, las líneas generales de Mamdani ya están claras. Pretende retomar la filosofía inicial del MRTA, centrada en la equidad y el acceso, tras varios años marcados por los retrasos administrativos y las incertidumbres normativas.
Su prioridad inmediata debe ser acelerar la apertura del mercado legal, simplificando el proceso de concesión de licencias y permitiendo la entrada en el sector de más empresarios de la justicia social. En su opinión, no puede existir un mercado creíble mientras el acceso siga obstaculizado por interminables retrasos y una burocracia opaca.
Este deseo de equidad no es sólo retórica abstracta. Se plasmaría en un mayor apoyo a los operadores ya debilitados, en un apoyo serio a las pequeñas empresas y en una mayor transparencia en los procedimientos de adjudicación de licencias. El objetivo es evitar que el mercado neoyorquino quede acaparado por unos pocos actores poderosos y garantizar que la legalización beneficie a las comunidades históricamente objeto de la criminalización.
En la sensible cuestión de las tiendas sin licencia, Mamdani parece querer romper con la lógica estrictamente punitiva defendida por otros políticos. Las sentencias judiciales de 2024 mostraron los límites de los cierres expeditivos, considerados contrarios al debido proceso.
El nuevo alcalde podría, por tanto, favorecer un enfoque más proporcionado, basado en una actuación selectiva contra las redes comerciales a gran escala, evitando al mismo tiempo los abusos y protegiendo a los operadores legales que luchan por sobrevivir en un entorno saturado.
Desafíos futuros
Mamdani llega a las responsabilidades en un contexto en el que el mercado legal del cannabis aún está lejos de haber encontrado su equilibrio. Aunque las ventas han superado los 1.000 millones de dólares, este aparente éxito enmascara la realidad de la abrumadora competencia de miles de puntos de venta sin licencia que siguen dominando grandes franjas del mercado.
Las recientes batallas judiciales han puesto de manifiesto la fragilidad jurídica de las estrategias represivas adoptadas hasta la fecha, obligando a la ciudad a replantearse a fondo su forma de combatir la economía ilícita.
Para transformar el mercado de forma sostenible, será necesario reforzar considerablemente la colaboración entre la ciudad y la Oficina de Gestión del Cannabis. Quedan muchas cuestiones por aclarar: zonificación, consumo público, agilizar la concesión de licencias e incluso coordinar las inspecciones.
Si Mamdani consigue establecer una relación de trabajo fluida con el Estado, Nueva York podría salir por fin de la confusión regulatoria que ha lastrado su desarrollo desde la legalización.
Qué significa su elección para el sector
Para los empresarios legales, la llegada de Mamdani representa la esperanza de un mercado más accesible, consistente y estable. Para los operadores sin licencia, probablemente anuncia una presión más metódica, menos espectacular pero más difícil de eludir, destinada a reequilibrar la competencia.
Los inversores, por su parte, ven en esta nueva orientación la posibilidad de un mercado por fin previsible, liberado de la incertidumbre permanente que hasta ahora desalentaba el capital.
En cuanto a los consumidores, podrían beneficiarse de un mayor acceso a productos seguros y supervisados que formen parte de una lógica de justicia social y no de una mera dinámica comercial.
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