El distrito autónomo de Christiania, en Copenhague, se ha visto sacudido una vez más por la violencia y la trágica pérdida de un joven. En un comunicado de prensa difundido por CannabisIndustrie.nl, la comunidad expresó su más sentido pésame a las víctimas y a sus seres queridos mientras hace frente a la continua amenaza de violencia relacionada con las drogas que asola el barrio.
Un nuevo tiroteo sacude Christiania: otra joven vida segada
En una repetición de horrores anteriores, otro tiroteo se ha cobrado la vida de otro joven, tras la escalada de violencia relacionada con las drogas que asola las calles de Christiania. La violencia estalló en pleno día, en el corazón de Christiania, y afectó no sólo al objetivo previsto, sino también a transeúntes y turistas.
Ante la amenaza constante de violencia y delincuencia, la comunidad de Christiania se reunió el 27 de agosto y decidió tomar medidas drásticas. La emblemática «Pusher Street», durante mucho tiempo epicentro del comercio ilegal de cannabis y setas, será cerrada.
La comunidad se enfrenta al reto de llevar a cabo este cierre de forma que se evite que la violencia y el comercio ilegal se trasladen sin más a otras partes del distrito.
El pasado mes de mayo, el alcalde de Copenhague ya había anunciado que estaba considerando la posibilidad de cerrar la calle Pusher. En junio, el ministro de Justicia, Peter Hummelgaard, y el alcalde Andersen llegaron a un acuerdo con la policía de Copenhague y los representantes de Christiania, entre ellos su abogado Knud Foldschack, para cerrar la calle Pusher.
Con este anuncio de la propia Christiania, el telón parece haber caído definitivamente sobre la calle Pusher.
El fin de una era: el papel de Christiania en la normalización del cannabis
Durante más de 50 años, Christiania fue el escenario de la normalización del cannabis en Dinamarca, con la calle Pusher como símbolo notable del comercio.
Sin embargo, ante la continua escalada de violencia y delincuencia, la comunidad se ha visto obligada a tomar un nuevo camino. Algunos abogan por un mercado de cannabis regulado por el Estado como posible solución, pero la lentitud de los procesos políticos hace improbable una rápida implantación.