El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, ha pedido a los líderes mundiales que traten el consumo de drogas como un problema de salud, tras declarar que «la guerra contra las drogas ha fracasado, total y absolutamente».
En su intervención en la conferencia Enfrentarse a las drogas II, celebrada en Varsovia (Polonia), Türk subrayó que las políticas punitivas contra las drogas no sólo no han conseguido reducir el consumo de drogas, sino que han agravado los daños a la sociedad.
«Las pruebas son claras. La llamada guerra contra las drogas ha fracasado, total y absolutamente. Y dar prioridad a las personas frente a las sanciones salva más vidas», dijo Türk.
Destacó el fracaso de la criminalización y la prohibición para disuadir la delincuencia relacionada con las drogas o proteger a los grupos vulnerables de la sociedad. Estas declaraciones resonarán en el contexto actual de un creciente aumento de la producción, distribución y consumo de estupefacientes.
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Crisis mundial del tráfico y el consumo de drogas
La preocupación del Alto Comisionado se produce en un contexto de aumento de la producción y el tráfico de drogas. A pesar de la reducción inicial del cultivo de opio tras la prohibición talibán en Afganistán, el comercio de opio ha experimentado un resurgimiento, con un aumento de las exportaciones de heroína del 19% en 2024. Irán sigue recibiendo un flujo constante de heroína al tiempo que se enfrenta a un aumento de las drogas sintéticas como el cristal de metanfetamina y el captagon.
En Europa, el mercado de la cocaína está valorado actualmente en 33.000 millones de dólares. En Norteamérica, la crisis de los opioides ha alcanzado proporciones catastróficas, con opioides sintéticos como el fentanilo que provocan tasas de mortalidad sin precedentes en EE.UU. y Canadá, ya que las medidas punitivas no han conseguido atajar los complejos problemas asociados a las drogas.
Política basada en pruebas y despenalización
Türk aboga por enfoques basados en pruebas que den prioridad a la salud y la integración frente al castigo.
«Tenemos que empezar a tratar a la persona, no a castigar el trastorno por consumo de drogas», afirmó.
Añadió: Su visión aboga por la despenalización combinada con estrategias de reducción de daños, como la educación, la reinserción social y iniciativas de salud pública. Estos enfoques pretenden reducir el estigma que rodea al consumo de drogas y mitigar los riesgos que supone para la sociedad.
Los datos de las políticas de reducción de daños demuestran que tratar el consumo de drogas como un problema de salud y no como un delito puede tener efectos beneficiosos cuantificables. Por ejemplo, como se ha demostrado en Portugal, centrarse en la reinserción social reduce las infecciones relacionadas con las drogas, mientras que dar prioridad a la educación frente al encarcelamiento se correlaciona con un menor consumo de drogas.
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