La transformación en curso del sector del cannabis en Marruecos está produciendo efectos mensurables. Dos décadas después de convertirse en el símbolo del cultivo ilegal a gran escala en las montañas del Rif, el reino registra ahora cifras que las autoridades califican de «espectaculares». Según el Ministerio del Interior, la superficie dedicada al cultivo ilegal de cannabis se ha reducido en un 85%, uno de los mayores cambios jamás registrados en el país.
Una reforma estructural con efectos visibles
Este descenso forma parte de una estrategia nacional puesta en marcha con la Ley 13-21, aprobada en 2021, que regula el cannabis con fines medicinales, cosméticos e industriales. Mucho antes de la legalización, Marruecos era considerado uno de los principales productores mundiales de cannabis recreativo, cuyo cultivo estaba muy arraigado en las provincias del norte. La reforma pretende reorientar gradualmente esta histórica actividad agrícola hacia una cadena de suministro controlada y de valor añadido.
Según datos oficiales, el cultivo ilegal se ha reducido de 134.000 hectáreas en 2003 a 20.627 hectáreas en 2025. Las autoridades atribuyen este descenso a una combinación de medidas: intensificación de las operaciones de desmantelamiento, mejora de las capacidades de seguridad y aumento de las incautaciones dirigidas contra las redes de contrabando. Sólo entre enero y agosto de 2025, las fuerzas de seguridad se incautaron de más de 385 toneladas de hachís y 61 toneladas de cannabis, frente a las 344 toneladas y 112 toneladas, respectivamente, de 2024. Estas operaciones también llevaron al desmantelamiento de varias redes delictivas y a la incautación de vehículos, lanchas rápidas y motos acuáticas utilizadas para el tráfico.
Este componente de seguridad está diseñado para complementar, no sustituir, la transición económica en curso. Una parte importante del planteamiento del gobierno consiste en ofrecer a los campesinos alternativas legales en lugar de limitarse a reprimir el cultivo ilegal. Las autoridades insisten en que «integrar a los agricultores en una cadena de suministro legal de alto valor añadido» ha sido la clave de los resultados observados hasta ahora.
El cultivo legal crece en el Rif
El sector regulado continúa desarrollándose bajo la supervisión de la Agencia Nacional de Regulación de las Actividades del Cannabis (ANRAC). A finales de 2023, la ANRAC había expedido más de 3.000 licencias a agricultores que operaban dentro de cooperativas en las provincias de Alhucemas, Chefchaouen y Taounate, las mismas regiones donde tradicionalmente se concentraba el cultivo ilegal.
En 2025, la superficie dedicada al cultivo de cannabis con licencia alcanzó las 4.751 hectáreas, más del doble de las 2.169 hectáreas del año anterior. La variedad local «beldia» también se está promocionando como un producto de alto valor añadido que puede contribuir al desarrollo económico de las comunidades de montaña.
Para apoyar esta transición, se han creado 111 cooperativas y 17 unidades industriales dedicadas a procesar el cannabis cultivado legalmente. Estas instalaciones son el núcleo del plan del Gobierno para integrar a los pequeños agricultores en una cadena de valor estructurada y garantizar que el valor añadido se quede en la región.
La estrategia de Marruecos pretende lograr un equilibrio entre el desarrollo económico y un control estricto. El consumo recreativo sigue estando prohibido y la aplicación de la ley sigue siendo un pilar central de la reforma. Sin embargo, las autoridades son conscientes de que la persistencia de «actividades limitadas» en determinadas zonas exige una vigilancia y unas incautaciones constantes.
No obstante, los componentes legislativos, económicos y de seguridad combinados parecen estar reconfigurando todo un sector que durante mucho tiempo ha operado al margen de la ley. El gobierno cree que este modelo puede apoyar el desarrollo de las regiones montañosas del norte, tradicionalmente marcadas por la inseguridad económica.
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