Más de un año después de la legalización parcial del cannabis, con la aprobación de la Ley de Cannabis para Fines Privados en mayo de 2024, Sudáfrica avanza a tientas. Aunque el país se ha convertido en el primero del continente en autorizar el consumo personal, la indefinición legal en torno a la venta, la producción y el uso médico está alimentando la confusión.
Entre promesas económicas, esperanzas médicas y temores sanitarios, el debate sigue candente.
«Uso privado autorizado» pero regulación incompleta
Desde 2024, la ley sudafricana autoriza a los adultos a cultivar y consumir cannabis en un espacio privado, para uso exclusivamente personal. Pero las cantidades permitidas siguen siendo limitadas y, sobre todo, la compra de cannabis o semillas sigue estando prohibida.
Además, a pesar de la adopción de la ley, la cláusula reglamentaria, es decir, los textos que fijan las cantidades autorizadas y las modalidades precisas, aún no es plenamente operativa.
Esta situación crea una zona gris: los particulares pueden cultivar para uso personal, pero las condiciones siguen sin estar claras. Y aunque las autoridades parecen más tolerantes, las detenciones por posesión siguen siendo frecuentes, sobre todo en las zonas rurales.
El acceso al cannabis medicinal sigue siendo complejo
El cannabis terapéutico es legal desde 2017, pero las condiciones de acceso son tan onerosas que pocos pacientes se benefician. Para obtener una receta, la enfermedad debe ser grave (epilepsia, cáncer, Parkinson…) y el médico debe presentar una solicitud a la Autoridad Reguladora de Productos Sanitarios de Sudáfrica (SAHPRA). Una autorización cuesta unos 400 rands (o 25 dólares) y es válida sólo seis meses. El proceso, totalmente digital, se ralentiza a menudo por averías en el portal oficial.
En la práctica, muchos pacientes recurren a soluciones caseras. Kelly Mcque, superviviente de cáncer, relata en su libro At Home With Cannabis cómo fabricó su propio aceite de THC para acompañar su tratamiento. Ella lo ve como un acto de resiliencia, pero también como una necesidad. Esta tendencia DIY preocupa a las autoridades: sin control de calidad, los riesgos de contaminación (por metales pesados, hongos o pesticidas, por ejemplo) son reales.
Una industria comercial en ciernes, pero mal regulada
Según varios laboratorios acreditados, la mayoría de los productos vendidos localmente escapan a cualquier prueba de seguridad. Los consumidores tienen que fiarse de las etiquetas o de las afirmaciones de los productores, a menudo sin garantías. Brenda Marx, directora del laboratorio Qure de Ciudad del Cabo, afirma que «el principal problema sigue siendo la contaminación microbiana», debida sobre todo a las malas condiciones de almacenamiento.
El gobierno, consciente de los excesos, está preparando una ley marco sobre el cannabis, que debería fusionar los usos privados, médicos e industriales. El plan es ofrecer un marco mejor para la producción, la concesión de licencias y las pruebas de calidad para 2026-2027.
Cuestiones culturales y económicas
El cannabis ocupa un lugar muy antiguo en las tradiciones sudafricanas. Algunos consumidores lo consideran un uso espiritual y comunitario, amenazado por la creciente comercialización de la planta.
Detrás del debate legal, se cierne una cuestión más amplia: el reparto de los beneficios de una industria cuyo valor se estima en varios miles de millones de dólares.
Para muchos actores locales, la legalización económica del cannabis podría convertirse en una palanca de desarrollo… siempre que no se excluya a los pequeños cultivadores en beneficio de grupos extranjeros.
Sudáfrica se mueve, por tanto, en una fina línea. Se tolera el consumo privado, los clubes han explotado, el cannabis medicinal sigue burocratizado y la venta sigue prohibida. El país quiere aprovechar el potencial industrial y terapéutico del cannabis, pero también evitar los excesos de un mercado que se mueve demasiado rápido. El próximo paso debería ser la publicación de un reglamento de aplicación y el establecimiento de un mercado regulado.