En su intervención en la investigación de Mathieu Kassovitz sobre las distintas regulaciones del cannabis en el mundo, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, afirmó que los temores a una reacción internacional tras la legalización del cannabis para consumo adulto en 2018 son completamente infundados. Un mensaje que no pasará desapercibido para los países que se plantean una reforma del cannabis.
En el informe, Justin Trudeau habló sobre el paso pionero del país hacia la legalización del cannabis para consumo adulto, describiéndolo como una transición fácil que tuvo lugar en «15 minutos», con pocos cambios sociales significativos, aparte de una reducción de la presión sobre el sistema judicial.
«La única cosa que nos preocupaba mucho era que nos dejaría fuera de ciertos tratados internacionales sobre la lucha contra las drogas», dijo Trudeau.
«Nos preguntábamos si la gente iba a castigar a Canadá por no estar alineada con los tratados. Nadie nos lo dijo. La gente miraba con interés lo que hacíamos».
«El otro inconveniente es que aún queda trabajo por hacer, pero no hay nada tan negativo como para decir que no deberíamos haberlo hecho».
La posible violación de los tratados de la ONU, en particular la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes, se ha citado repetidamente como obstáculo para la liberalización del cannabis en los últimos años, aunque los expertos han mostrado formas de legalizar el cannabis respetando las Convenciones.
Este supuesto obstáculo desempeñó un papel importante en el reciente revés de Alemania a sus planes de lanzar un mercado comercial de consumo para adultos y sigue siendo una consideración clave para el proyecto de cannabis de la República Checa, el último en Europa en impulsar un mercado comercial.
En Estados Unidos, la Drug Enforcement Agency (DEA), que actualmente investiga la posibilidad de reclasificar el cannabis como droga de la Lista III, ya ha invocado tratados internacionales para justificar el abandono de anteriores intentos de reforma.
