El cannabis en Francia

Louis Sarkozy y Marion Maréchal-Le Pen: dos puntos de vista irreconciliables sobre la despenalización de las drogas

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El asesinato del hermano de Amine Kessaci reaviva, como siempre, el debate mediático en torno a la despenalización de las drogas en Francia. Hoy se enfrentan, por un lado, Louis Sarkozy, que defiende abandonar el modelo represivo para girar un mínimo hacia la despenalización de las drogas, y por otro, Marion Maréchal-Le Pen, que no entiende el principio de despenalización.

Louis Sarkozy: «Despenalicemos todas las drogas para destruir el negocio»

Para Louis Sarkozy, el sistema actual está agotado. Considera que Francia, al igual que Estados Unidos y otros países occidentales, ha «perdido la guerra de la represión total». Sus argumentos se basan en el fracaso reiterado de las políticas antidroga aplicadas desde hace más de cincuenta años en todo el mundo.

También critica la postura de Emmanuel Macron, quien recientemente afirmó que comprar cannabis te hacía cómplice del tráfico: «Comprar cannabis es ser cómplice del tráfico. La declaración del Presidente es extraña. Desde hace treinta años, la ciencia médica nos dice que la adicción es una patología, una enfermedad que se puede tratar como cualquier otra. Y nuestros líderes políticos dicen ahora que son, de hecho, criminales cómplices de asesinato? Eso es bastante extraño»

Para él, es esencial un cambio de paradigma: «La verdad es que tenemos que despenalizar todas las sustancias, todas. Al hacerlo, destruimos el mercado del trapicheo y liberamos al individuo»

En su razonamiento, Portugal ocupa un lugar importante. En su opinión, el ejemplo luso demuestra que un modelo basado en prevención, inversión en adicción y reducción de riesgos funciona: menos consumidores, menos muertes, menos violencia.

«Es lo contrario de laxa, es eficaz»

También insiste en la incoherencia francesa sobre el alcohol, ampliamente aceptado a pesar de sus perjuicios, mientras que otras sustancias, a veces menos peligrosas en su opinión, siguen siendo tabú. En cuanto al cannabis, considera que despenalizarlo sería una palanca esencial: una alternativa legal reduciría mecánicamente el mercado negro.

«Persistir en el error no es una política. Cambiar el modelo sí lo es.»

Marion Maréchal: «Nos enfrentamos a drogas extremadamente peligrosas»

Por el contrario, Marion Maréchal-Le Pen parece no saber qué hacer. Para ella, despenalizar significa facilitar el acceso a las drogas y, por tanto, agravar los ya enormes problemas de salud pública.

«No entiendo este discurso. […] Una vez más, no estamos tratando con una droga recreativa o una droga blanda. Estamos tratando con drogas que son extremadamente peligrosas»

Hizo especial hincapié en las consecuencias del cannabis para los jóvenes (nota del editor: para los que, despenalización o no, nada cambiaría: el cannabis seguiría prohibido hasta su mayoría de edad): «[…] el cannabis, que es la droga más consumida, sobre todo entre los jóvenes, como sabemos, tiene consecuencias muy graves para el desarrollo cerebral, el abandono escolar y el desarrollo de enfermedades como la esquizofrenia y la bipolaridad.»

Marion Maréchal-Le Pen rechaza que la despenalización sea una respuesta al fracaso de la seguridad: «No vamos a legalizar esta criminalidad como si se fuera a resolver el problema»

También cita el ejemplo de las salas de consumo de bajo riesgo, que califica de «escándalo», al considerar que normalizan el consumo y generan molestias masivas a los vecinos.

«Siento decirle que esto es una cierta forma, una forma de decir que no es tan grave.»

Un debate que revela dos concepciones

Entre la reducción de daños y la denegación de cuidados, estos dos contrincantes, que no se llevan tan mal en otros temas, exponen dos visiones antagónicas del papel del Estado en la gestión de las drogas: o supervisar para reducir los daños, o mantener la prohibición en un intento de evitar la extensión del consumo.

Mientras el tráfico de drogas sigue provocando violencia y tensiones, Francia se encuentra en la encrucijada de dos planteamientos: reformar a fondo su enfoque, como propone Louis Sarkozy, o mantener un modelo estrictamente prohibitivo, como defiende Marion Maréchal, con los resultados que conocemos. En cuanto al debate mediático, no parece que vaya a cerrarse pronto.

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