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Proyecto E206: Encerrar a 20 mujeres durante 98 días y hacerlas fumar porros

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Proyecto E206

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Estamos en Canadá en 1972. La teoría de la puerta de enlace -el cannabis conduciría a las drogas duras- era comúnmente aceptada, con el apoyo de la policía canadiense, y el gobierno de Ontario temía que la despenalización del cannabis condujera a la «locura de los porros», una locura cannábica creada desde cero por el gobierno prohibicionista estadounidense de los años de Nixon.

Unos años antes, el gobierno liberal del primer ministro Pierre Trudeau convocó la «Comisión Le Dain de investigación sobre el uso no médico de las drogas» e invirtió millones en estudiar el impacto potencial de la despenalización del cannabis para uso personal. Las conclusiones se publicaron en 1973 y determinaron que las penas relacionadas con el cannabis eran «extremadamente excesivas» y «completamente irrazonables», al tiempo que aconsejaron la derogación de la prohibición de la simple posesión de cannabis y del cultivo para uso personal.

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En aquella época, la posesión de cannabis se castigaba con penas de hasta siete años de prisión. Si ayudabas a un amigo, podías acabar entre rejas de por vida, y las penas por tráfico eran aún mayores.

Una experiencia traumática

En 1971, la Addiction Research Foundation abrió un hospital de investigación y tratamiento donde se llevaría a cabo el estudio de Bill Miles, un psicólogo británico que trabajaba en Toronto, el Proyecto E206 o Proyecto Venus.

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La investigación formaba parte de un programa millonario, el último de una serie de experimentos diseñados para responder a una de las preguntas más acuciantes del país, planteada cuando el entonces primer ministro Pierre Trudeau barajó la idea de legalizar el cannabis: ¿qué impacto tendría la legalización en la juventud de Ontario y en la productividad de los consumidores?

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Bill Miles reunió un equipo formado por dos conductistas, un médico, un psiquiatra, un trabajador social y un equipo completo de enfermeras. El hospital dio la bienvenida a 20 mujeres en una cena oficial celebrada el 31 de enero de 1972.

Fueron encerradas durante 98 días en el centro de estudios y divididas en dos grupos. La mitad de ellas -el grupo experimental- tuvo que fumar dosis cada vez más potentes de cannabis dos veces por noche, mientras que la otra mitad -el grupo de control- no lo hizo.

Ambos grupos podrán comprar tantos porros (relativamente ligeros) como quieran por 50 céntimos cada uno en una tienda que también vende alcohol, comida basura, artículos de aseo, cigarrillos y revistas.

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Un elemento clave del estudio era su microeconomía. Las mujeres tenían que cubrir sus gastos de manutención durante 98 días. Podían quedarse con todo el dinero que ganaran y que no gastaran en comida, ropa o entretenimiento. Había una bonificación de 250 dólares para las que se quedaban hasta el final del experimento. Las que abandonaban prematuramente perdían la bonificación y hasta el 75% de sus ahorros.

Se ganaban la vida con un telar en el que tejían coloridos cinturones de lana esponjosa con borlas anudadas. Por cada cinturón que pasaban la inspección – debía contener al menos dos colores y medir 132 centímetros – las mujeres recibían 2,50 dólares.

Tras unos días de práctica, la tarea se hizo más fácil. Pero el experimento no acabó bien. Los porros se volvieron tan fuertes que algunas pidieron un certificado médico para eludir sus obligaciones nocturnas, alegando que estaban demasiado enfermas para fumar. Otras se marcharon, más traumatizadas que encantadas por la experiencia. En la última semana, las mujeres que hasta entonces habían permanecido en la unidad de fumadores obligatorios se negaron a continuar.

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Pruebas contradictorias

A pesar de la enorme cantidad de datos producidos por el estudio de Miles, en su mayor parte fueron barridos bajo la alfombra. Tan poco se sabía del experimento que no fue hasta 2013 cuando una periodista de investigación del Toronto Star, Diana Zlomislic, destapó el fiasco en un apasionante reportaje. Los resultados del estudio, señala Zlomislic, nunca se hicieron públicos.

Sin embargo, los comportamientos observados durante el estudio aportaron pruebas contradictorias sobre los efectos del consumo de cannabis. Los sujetos más motivados, por ejemplo, se despertaban a las 4 de la mañana para empezar a tejer y ganar un dinero extra. En un experimento más pequeño realizado anteriormente con hombres, los sujetos incluso se declararon en huelga para exigir un aumento de sueldo que, una vez aceptado, impulsó la productividad del grupo.

John Kagel, catedrático de Economía de la Universidad Estatal de Ohio, que trabajó con los datos del estudio, quizá sea quien mejor resume el fracaso del experimento.

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«Si se legalizaba el cannabis, ¿se iba a conseguir un montón de gente colocada que se limitaría a fumar cannabis todo el tiempo y no trabajaría? [El estudio] es una prueba bastante convincente de que eso no iba a ocurrir», afirmó.

¿Fueron los resultados en contra del deseo de persistir en la prohibición? La historia no lo dice.

Una película basada en este experimento

Dirigida por Craig Pryce (Bruja buena, Oráculo oscuro), que compró los derechos de la historia, la película canadiense La conspiración de la marihuana revisa este extraño experimento, que desapareció sin dejar rastro.

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«Entre los médicos, conductistas y psicólogos que intentaban demostrar que sus suposiciones sobre la hierba eran ciertas, todo el mundo [en el estudio] tenía una agenda», dice Pryce, «excepto las chicas. Esta película trata de lo que vivieron y de cómo se unieron y superaron sus circunstancias.»

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