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¿Qué modelo utilizará Brasil para despenalizar el cannabis?

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Modelo para la despenalización del cannabis en Brasil
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En sentencia del 14 de febrero de 2025, el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil ha despenalizado por unanimidad la posesión de cannabis para uso personal – hasta 40 gramos o seis plantas hembra.

Esta decisión marcó un cambio significativo en el enfoque de la política de drogas del país, pero también plantea interrogantes sobre la aplicación, el cumplimiento y el impacto real en la justicia social de la despenalización del cannabis.

Una batalla legal de una década

La decisión del Tribunal Supremo ha puesto fin a años de incertidumbre jurídica que comenzó con un caso de 2011 relacionado con solo 3 gramos de cannabis. Con esta decisión, el STF abordó el artículo 28 de la Ley de Estupefacientes de Brasil de 2006, que hasta entonces criminalizaba cualquier posesión, incluso menor, lo que a menudo resultaba en penas de prisión o trabajos comunitarios.

El juez Gilmar Mendes dirigió la decisión, haciendo una clara distinción entre uso personal y tráfico. A partir de ahora, las personas sorprendidas en posesión de un máximo de 40 gramos se enfrentarán a sanciones administrativas – advertencias o cursos de prevención – en lugar de un proceso penal. Sin embargo, la presencia de balanzas, envases o registros puede seguir dando lugar a acusaciones de tráfico de drogas, castigadas con penas de entre 5 y 15 años.

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La reforma llega en un momento en que la población carcelaria brasileña supera las 888.000 personas, de las cuales más de 200.000 están encarceladas por delitos relacionados con las drogas, afectando de forma desproporcionada a los brasileños negros y pobres.

Según informa Agência Brasil, cerca del 25% están encarcelados por delitos menores, lo que pone de manifiesto las disparidades sistémicas entre razas y clases sociales.

¿Una política «centrada en la salud» o una máscara para la coerción?

Tras la sentencia del STF, el Ministerio de Justicia de Brasil y el Consejo Nacional de Justicia introdujeron una nueva política antidroga «basada en la salud«. Inspirado -al menos nominalmente- en el modelo de descriminalización de Portugal, este enfoque saca los casos de posesión personal de los tribunales penales y los pone en manos de los Centros de Acceso a Derechos e Inclusión Social (CAIS).

Pero los críticos advierten de que este marco podría ser más punitivo que progresista. Como señala un análisis político de 2024, los centros CAIS actúan como una forma de tribunal de drogas, atendidos no por jueces sino por equipos de trabajadores sociales, asistentes jurídicos y personal sanitario. Aunque sobre el papel parece una alternativa humanitaria, en la práctica puede funcionar como tratamiento forzoso.

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«Si el equipo considera que la persona a la que está evaluando corre un riesgo suficiente -quizá debido a su raza, pobreza, problemas de salud mental o conductual o falta de documentación-, esa persona podría ser fácilmente dirigida hacia vías de tratamiento que no son eficaces ni voluntarias», advierte una fuente.

Las comunidades terapéuticas, a examen

Se espera que muchas de las personas derivadas a estos centros acaben en comunidades terapéuticas confesionales, que llevan mucho tiempo funcionando en Brasil con una regulación mínima.

Las organizaciones de derechos humanos han descrito estos centros como campos de trabajos forzados, donde las condiciones son a menudo contrarias a la dignidad humana. Sus estrechos vínculos con el gobierno de Lula no hacen sino aumentar la preocupación por la politización del tratamiento de la drogadicción.

En 2022, la ex ministra de Sanidad Nísia Trindade pidió una revisión completa de estas comunidades, recomendando el fin de los compromisos involuntarios y una mayor inversión en prácticas basadas en la evidencia. Su destitución en febrero de 2025 y la desaparición de su informe de las webs oficiales sugieren un abandono de la elaboración de políticas basadas en la ciencia.

El modelo portugués: ¿Una inspiración mal utilizada?

La despenalización de las drogas en Portugal -a menudo citada como ejemplo de éxito- funcionó porque se combinó con programas de reducción de daños, educación pública y tratamiento voluntario y laico. Aunque las autoridades portuguesas confiscan las drogas para uso personal, el tratamiento nunca es obligatorio y servicios como el intercambio de agujas son habituales.

El modelo brasileño de CAIS, por otra parte, carece de la infraestructura y las salvaguardias necesarias para garantizar una auténtica reforma. Sólo 22 centros están operativos en la actualidad, y casi 100 más siguen en fase de desarrollo. Los proyectos de evaluación por videollamada ilustran la falta de recursos y suscitan dudas sobre la regularidad de los procedimientos y la atención individual.

Brasil se encuentra ahora en una encrucijada: ¿adoptará un modelo basado en la reducción de daños y la justicia social, o sustituirá un sistema punitivo por otro?

Aurélien creó Newsweed en 2015. Especialmente interesado en las normativas internacionales y los diferentes mercados del cannabis, también posee un amplio conocimiento de la planta y sus usos.

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