Casi un año después de que el Superior Tribunal de Justicia (STJ) de Brasil ordenara al Gobierno regular el cultivo de cannabis con fines médicos y farmacéuticos, el proceso sigue estancado.
La Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (ANVISA) ha vuelto a pedir más tiempo, admitiendo que no está en condiciones de finalizar el marco regulatorio en el plazo impuesto por el tribunal.
En la 16ª reunión pública del consejo colegiado de la agencia, celebrada el 8 de octubre de 2025, el director-relator Thiago Campos presentó una actualización de los trabajos en curso. Destacó que ANVISA está coordinando sus esfuerzos con la Procuraduría General de la Unión (AGU) y varios ministerios, entre ellos el de Salud y el de Agricultura, para desarrollar una normativa que sea «técnica, segura y jurídicamente estable«.
Sin embargo, Campos reconoció que el proceso ha resultado mucho más complejo de lo esperado, sobre todo en temas sensibles como el límite de THC para las plantas cultivadas.
«Tenemos que evitar un tope regulatorio de THC que haga inviable la investigación y los medicamentos ya autorizados por ANVISA con niveles más altos. El debate debe basarse en pruebas científicas, no en percepciones morales», afirmó.
El umbral de THC, que determina la frontera entre el cáñamo industrial y otras variedades de cannabis, sigue siendo un tema controvertido. La sentencia del TSJ de 2024 definía el cáñamo como aquel que contiene menos de un 0,3% de THC y decía que las empresas podían obtener permiso para cultivarlo y procesarlo con fines médicos y farmacéuticos.
Un llamamiento de la UAG: más tiempo, más diálogo
A finales de septiembre, la AGU pidió formalmente al tribunal otros 180 días para presentar el marco normativo completo. La agencia argumentó que la elaboración de una normativa completa requiere un amplio diálogo con la sociedad civil y un análisis completo del impacto normativo.
Esta petición se produce tras el rechazo de una solicitud de prórroga anterior. El STJ debe decidir ahora si concede más tiempo para finalizar una normativa que abarcará desde la importación de semillas hasta el cultivo, procesamiento y comercialización de productos derivados del cannabis.
Este retraso está frustrando a muchos miembros de la comunidad médica. Más de 670.000 pacientes brasileños ya utilizan medicamentos a base de cannabis para tratar afecciones como epilepsia, esclerosis múltiple y dolor crónico. Sus defensores afirman que el cultivo local podría reducir los costes y mejorar el acceso, ya que actualmente la mayoría de los productos son importados y siguen siendo económicamente inaccesibles para muchas familias.
La sociedad civil y la ciencia presionan por la inclusión
En respuesta a la petición del tribunal, ANVISA ha puesto en marcha una serie de consultas con institutos de investigación y grupos de pacientes. Entre ellas estuvo Embrapa, la Sociedad Brasileña de Investigación Agropecuaria, que discutió cómo la investigación agronómica podría apoyar el desarrollo tecnológico en el cultivo de cannabis.
Otro encuentro reunió a asociaciones de pacientes y grupos familiares que abogan por la producción nacional. Pedro Sabaciauskis, presidente de la asociación Santa Cannabis de Santa Catarina, recordó que existe «este reconocimiento» de la producción nacional, «un movimiento lanzado por las asociaciones». Insistió en que cualquier reglamento debería «tener en cuenta a las asociaciones y no dar prioridad a las empresas».
A pesar de estos esfuerzos, los expertos señalan la falta de unidad entre los movimientos pro-cannabis. Según el psicólogo Cauê Pinheiro, director de la Asociación Cannábica Florescer (Acaflor) de João Pessoa, «hay asociaciones de diferentes tamaños, con diferentes reivindicaciones, lo que exige una regulación global». Señala que el acceso a las flores de cannabis y otros formatos no farmacéuticos sigue estando limitado a un puñado de organizaciones.
Hacia un modelo cannábico brasileño
El debate regulatorio no es sólo técnico; refleja el cambiante panorama social y legal de Brasil. A principios de este año, el Supremo Tribunal Federal (STF) reafirmó que la posesión de 40 gramos de cannabis para uso personal no debe considerarse un delito penal. Además, la sentencia del STJ de 2024 allanó el camino para el cultivo industrial de cáñamo, rompiendo un tabú histórico que se remontaba a la primera ley anticannabis del país aprobada en 1830.
Para Thiago Campos, Brasil da ahora «un paso importante hacia la creación de un marco regulatorio propio para el cultivo de cannabis medicinal», lo que podría reducir la dependencia de las importaciones y estimular la investigación y la innovación a nivel nacional.
En las próximas semanas, se espera que ANVISA consolide las aportaciones técnicas y legales antes de someter el borrador a consulta pública. El reglamento también deberá definir mecanismos de trazabilidad y control para garantizar la seguridad y la conformidad.
Si tiene éxito, este marco podría permitir finalmente a Brasil integrar la cultura del cannabis medicinal en sus sistemas de salud pública e investigación, convirtiendo una larga batalla legal en un nuevo capítulo para la ciencia, los pacientes y la industria.