CanAdelaar, uno de los productores de cannabis con licencia de los Países Bajos, se encuentra en el centro de una tormenta legal tras las quejas por molestias por olores en Hellevoetsluis.
De invernadero de tomates a gigante del cannabis
Cuando CanAdelaar obtuvo su licencia de cultivo en marzo de 2023, la empresa se puso rápidamente manos a la obra para transformar antiguos invernaderos de tomates en uno de los mayores centros de producción de cannabis del país. Las instalaciones ocupan ahora siete campos de fútbol y emplean a unas 100 personas durante todo el año. Suministra a casi todos los 73 coffeeshops que participan en el proyecto piloto del Gobierno.
La empresa austriaca se embarcó en este experimento casi por casualidad. CanAdelaar, que inicialmente ocupó el puesto 12 en el proceso de selección, sólo se unió al proyecto tras la retirada de otros dos candidatos. En abril de 2025, cuando por fin comenzó la largamente retrasada segunda fase del experimento de cuatro años, CanAdelaar ya se había posicionado como líder del mercado, subestimando un aspecto de su cultivo: el olor de las plantas de Cannabis en flor.
Primeras quejas y primeras medidas
A mediados de 2025, se habían presentado cientos de quejas ante la autoridad medioambiental local, la DCMR. Los vecinos aseguraban que cuando se abrían las ventanas del invernadero para ventilar, el olor a cannabis se extendía ampliamente por el barrio.
En respuesta, CanAdelaar invirtió millones de euros en sistemas de filtración desarrollados por VFA Solutions. Estas unidades ASPRA®, diseñadas originalmente para el sector médico, estaban pensadas para neutralizar olores y filtrar gases, microbios y partículas finas.
«Si no funcionara, no lo habríamos hecho», dijo el director de ventas Max Schreder, citado en Hortidaily.
Estas medidas parecían tener algún efecto. A principios de septiembre de 2025, la cadena de televisión local Rijnmond informó de que el número de quejas había descendido drásticamente, con sólo seis casos registrados en una semana, la cifra más baja en meses. No obstante, la frustración persistía tanto entre los residentes como entre las autoridades.
Una batalla legal
El municipio de Voorne aan Zee, donde se encuentra el emplazamiento, ha impuesto una estricta normativa en materia de olores. CanAdelaar impugnó estos requisitos ante los tribunales, calificándolos de «cierre encubierto». La empresa alegó que ya había tomado medidas costosas y que otras medidas podrían requerir hasta 35 millones de euros en inversiones adicionales.
El 2 de septiembre de 2025 se celebró una vista para determinar si podían imponerse multas de hasta 2 millones de euros si persistían las quejas por olores después del 4 de septiembre. El abogado de CanAdelaar expresó abiertamente su irritación, alegando que el ayuntamiento intentaba echar al productor a pesar de sus esfuerzos.
Pocos días después, el 10 de septiembre, el Tribunal de Distrito de Rotterdam había dictado sentencia: CanAdelaar tenía una semana para reducir los olores o enfrentarse al cierre, con multas de hasta 3,5 millones de euros. El tribunal calificó la situación de «muy grave» y confirmó el derecho del ayuntamiento a aplicar sanciones.
Una pieza clave en el juicio del cannabis
Hay mucho en juego no sólo para la empresa, sino también para el juicio holandés sobre el cannabis, que pretende regular toda la cadena de suministro, desde el cultivo hasta los coffeeshops.
La investigadora y experta en cannabis Nicole Maalsté ha advertido en repetidas ocasiones de que la pérdida de CanAdelaar podría poner en peligro el ensayo.
«Actualmente sólo hay siete cultivadores que estén produciendo realmente. CanAdelaar es muy importante. Si se retira, los coffeeshops tendrán que volver al mercado ilegal. Entonces podremos decir que el experimento ha fracasado», declaró a NOS.
Sin embargo, el gobierno ha restado importancia a estas preocupaciones. Los Ministerios de Sanidad y Justicia insistieron en que otros productores tenían capacidad suficiente, con una lista de espera disponible en caso necesario.
Residentes, olores y percepción
El debate no es sólo técnico, sino también cultural. Los olores agrícolas son habituales en Holanda, ya procedan del estiércol de las vacas o de los invernaderos de tomates, y suelen aceptarse como parte de la vida rural. El cannabis, sin embargo, desprende lo que Schreder llama «un olor a ilegalidad», que hace que los vecinos lo toleren menos.
CanAdelaar insiste en que hoy, gracias a su inversión en sistemas de filtración, el olor a cannabis en torno a su invernadero ha desaparecido en gran medida. Los representantes de la empresa afirman que están recibiendo un trato injusto en comparación con otros cultivadores. «Ya casi no se huele el cannabis aquí en el invernadero», ha declarado Schreder, instando a las autoridades a un «trato justo» y recurriendo las multas impuestas.
Un futuro incierto
A mediados de septiembre de 2025, el caso sigue sin resolverse. CanAdelaar sigue produciendo bajo la amenaza de posibles multas de varios millones de euros y un cierre inminente.
Más allá de la disputa local, esta controversia plantea cuestiones más amplias sobre la viabilidad del experimento holandés con el cannabis. ¿Puede el cultivo legal a gran escala integrarse en las comunidades sin conflictos? Y ¿puede este experimento sobrevivir a la pérdida de uno de sus proveedores más importantes?
Por ahora, la respuesta depende de si los multimillonarios sistemas de control de olores de CanAdelaar pueden convencer tanto a los residentes como a los tribunales de que el cannabis legal puede coexistir con la vida cotidiana en Hellevoetsluis.