En un notable retroceso de su política progresista en materia de drogas, Oregón se dispone a dar marcha atrás en su despenalización de las drogas iniciada en 2020. La iniciativa, lanzada por los legisladores del estado, ha desatado un polémico debate sobre la eficacia de criminalizar la posesión de drogas y sus ramificaciones en el acceso al tratamiento y el sistema de justicia penal.
Una mirada retrospectiva a la legislación progresista
Oregón, conocido por su postura progresista en diversos temas sociales, está ahora a punto de dar marcha atrás en una legislación histórica. La reciente aprobación del proyecto de ley 4002 de la Cámara de Representantes marca el final inminente del experimento estatal de despenalización de las drogas.
El proyecto de ley, que cuenta con apoyo bipartidista, pretende reintroducir sanciones penales por la posesión de determinadas drogas, entre ellas fentanilo, heroína y metanfetamina. En concreto, excluye el cannabis, cuyo uso medicinal y recreativo sigue siendo legal en el estado. La maniobra legislativa ha suscitado las críticas de los partidarios de la despenalización, que la consideran un alejamiento de la voluntad de los votantes y una regresión a políticas de drogas obsoletas y con prejuicios raciales.
Los partidarios del proyecto de ley afirman que es esencial encontrar un equilibrio entre la despenalización y garantizar el acceso al tratamiento y la atención necesarios. Kate Lieber, líder de la mayoría del Senado de Oregón, destaca la importancia de dar prioridad a los recursos de tratamiento para combatir eficazmente la drogadicción. Sin embargo, como señala el senador Michael Dembrow, sigue preocupando la posible presión sobre el sistema judicial del estado, que ya se encuentra al límite de su capacidad.
Aunque la intención de la medida original de despenalización de las drogas en Oregón, la Medida 110, era tratar el consumo de drogas como un problema de salud, su ejecución se ha enfrentado a dificultades. La lenta aplicación de los recursos de reducción de riesgos y el aumento de las muertes por sobredosis, atribuidas en particular a la crisis del fentanilo, pusieron de manifiesto la complejidad de poner en práctica la política.
El proyecto de ley 4002 propone tipificar la posesión de drogas como delito menor, lo que podría acarrear penas de prisión y permitir a las fuerzas del orden reprimir el consumo de drogas en público. También incluye disposiciones para el tratamiento antidroga como alternativa a las sanciones penales, al tiempo que deja un amplio margen de discrecionalidad a los condados.
Los detractores del proyecto de ley argumentan que el retorno a las medidas punitivas corre el riesgo de exacerbar la drogadicción y de tener un impacto desproporcionado en las comunidades marginadas, en particular los negros y los latinos. La precipitación con la que se aprobó la legislación, sin una revisión exhaustiva por parte de profesionales de la medicina y adicción, ha suscitado dudas sobre su eficacia y sus consecuencias imprevistas.
Oregón espera ahora la decisión de la gobernadora Tina Kotek sobre si firmará el proyecto de ley.
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