La Drug Enforcement Administration (DEA) estadounidense amplió recientemente la definición de THC en el contexto del cáñamo industrial, una decisión que podría tener un impacto significativo en la industria del cáñamo.
Según una carta de Terrence Boos, jefe de la sección de evaluación de fármacos y productos químicos de la agencia, el Farm Bill of 2018 umbral para los niveles de THC en el cáñamo debería incluir no solo delta-9 THC, sino también THCA (ácido tetrahidrocannabinólico). Este cambio podría imponer mayores restricciones a los cultivadores de cáñamo y a los productos derivados del cáñamo.
Entendiendo el THCA y sus implicaciones
El THCA es el precursor del THC. Cuando se calienta, el THCA se transforma en delta-9-THC, un proceso conocido como descarboxilación. La inclusión del THCA en el cálculo del THC significa que cualquier producto a base de cáñamo debe tener en cuenta los niveles de THCA a la hora de medir las concentraciones de delta-9-THC.
Esta aclaración, que no es ley pero puede utilizarse como guía para la acción legislativa, podría tener consecuencias significativas para los cultivadores y productores de cáñamo, ya que las plantas y productos que antes cumplían la definición legal de cáñamo ahora superarían los límites permitidos debido a su contenido de THCA.
Dificultades legales y reglamentarias
La Ley de Sustancias Controladas (CSA) clasifica las sustancias según su uso médico y su potencial de abuso. Según Boos, el THCA no se ajusta a la definición de cáñamo, ya que equivale al THC delta-9 una vez convertido.
La postura de la DEA se produce mientras los legisladores estadounidenses debaten la próxima Ley Agrícola. Una de las enmiendas propuestas, conocida como la enmienda Mary Miller, al tratar de reducir la producción de sustancias tóxicas derivadas del cáñamo, como el THC delta-8, THC delta-10 o HHC, podría prohibir de hecho entre el 90 y el 95% de todos los productos a base de cáñamo. Un debate no muy diferente de la posición de la ANSM en Francia, que acaba de anunciar la clasificación de las variaciones sintéticas del THC como estupefacientes (HHC, THCP, THCJD, THCB…) pero también el THCA, y otros compuestos sintéticos obtenidos a partir del CBD.
La Unión Europea, cuya historia del cáñamo moderno es mucho más antigua que la de Estados Unidos, regula el nivel combinado de THC y THCA, expresado como valor total de THC, también por debajo de un límite del 0,3%.
Por lo tanto, los actores de la industria del cáñamo estadounidense están preocupados por esta definición ampliada, argumentando que podría empujar a muchos cultivos de cáñamo por encima del límite del 0,3% de THC, en particular aquellos que han sido criados para niveles más altos de THCA.
El loophole de la Ley Agrícola de 2018
La Ley Agrícola estadounidense de 2018 legalizó el cáñamo industrial y lo definió como cualquier parte de la planta, incluidos derivados, extractos y cannabinoides, que contenga menos de un 0,3% de THC. Sin embargo, la legislación no preveía la aparición de productos que contuvieran otros compuestos derivados del CBD, como los cannabinoides sintéticos (delta-8-THC, delta-10-THC, HHC, THCP…) y el THCA. Esta situación ha creado una zona gris reglamentaria, que la reciente aclaración de la DEA pretende subsanar.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) ha advertido en repetidas ocasiones a los consumidores de los riesgos asociados a los productos intoxicantes no regulados derivados del cáñamo. Estos productos, a menudo comercializados entre los jóvenes, pueden contener sustancias químicas nocivas. A falta de normas federales, los Estados han tomado sus propias medidas, prohibiendo estas sustancias o sometiéndolas a la regulación de la marihuana.
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