En Polinesia, absolución para un padre que trató a su hijo con cannabis

Un padre de 47 años, Ariimatani Vairaaroa, ha sido absuelto por el tribunal de Papeete tras ser procesado por consumo ilegal de cannabis. El padre cultivaba cannabis para producir aceite para su hijo, que padece epilepsia severa.

La génesis de una batalla legal

La historia comenzó en 2011, cuando el hijo del Sr. Vairaaroa, entonces un bebé, comenzó a sufrir ataques epilépticos graves. Estos ataques, que se producían hasta veinte veces al día, comenzaron después de que el niño recibiera una vacuna. Cuando los medicamentos convencionales resultaron ineficaces, la familia empezó a buscar otras soluciones. Primero probaron la medicina tradicional tahitiana, ra’au tahiti, antes de descubrir los beneficios terapéuticos del aceite de cannabis.

La decisión de Vairaaroa de cultivar cannabis se debió al deterioro de la salud de su hijo y a la falta de tratamientos convencionales eficaces. Empezó a producir aceite de cannabis, que ayudó a reducir considerablemente los ataques epilépticos de su hijo.

En abril de 2022, una patrulla de la gendarmería descubrió más de cien plantas de cannabis en la propiedad de la familia en Taiarapu. A pesar de la evidente finalidad médica del cultivo, Vairaaroa fue procesado por consumo ilegal de estupefacientes.

La postura humana del Tribunal

El proceso judicial dio un giro diferente cuando el fiscal, Michel Mazars, visiblemente conmovido por el testimonio de Vairaaroa, solicitó la dispensa de la pena. Este gesto poco habitual puso de manifiesto que el fiscal comprendía la grave situación del padre y las insuficiencias de las leyes vigentes. Thibault Millet, abogado de Vairaaroa, insistió en este punto, argumentando que la legislación estaba obsoleta y no tenía en cuenta el uso compasivo con fines médicos.

«Este es un gran momento de justicia», afirmó Millet, haciendo hincapié en la necesidad de una reforma legal.

Ante el tribunal, el Sr. Vairaaroa relató el angustioso periplo de la enfermedad de su hijo y las dificultades a las que se enfrentó su familia. El aceite de cannabis no sólo había reducido las convulsiones, sino que también había permitido a su hijo volver a caminar brevemente, una mejora significativa que se revirtió cuando las autoridades destruyeron las plantas. Vairaaroa expresó su profundo deseo por el bienestar de su hijo, diciendo: «Quiero que mi hijo me entierre, no me corresponde a mí enterrarlo».

La absolución, aunque supuso un alivio para Vairaaroa y su familia, no abordó la cuestión más amplia de la legalización del cannabis medicinal en la Polinesia Francesa. Millet destacó la incoherencia de las normativas, señalando que la ley en la Francia continental permite ciertos productos de cannabis con bajo contenido en THC, mientras que las leyes polinesias son mucho más estrictas.

Tras la absolución, se palpaba una sensación de alivio y esperanza. El Sr. Vairaaroa expresó su gratitud al tribunal por su comprensión y compasión. Sin embargo, la batalla de la familia dista mucho de haber terminado. Sin el permiso legal para cultivar cannabis, la salud del niño podría volver a deteriorarse. El Sr. Vairaaroa está estudiando ahora posibles cambios legislativos que le permitan cultivar legalmente la planta y seguir tratando a su hijo.

La ley sobre cannabis terapéutico se debatirá en breve en la Asamblea de la Polinesia.